Al personal del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela, que tuvo a bien echarme una buena mano, con su profesionalidad y su desinteresado cariño. GRACIAS.
Al final, me llevó la ambulancia a urgencias. La infección seguía incontrolada, y ya estaba afectando a órganos internos. Ya "coqueteaba" con el hígado y el riñón. Se dirigía, sin tregua, al pulmón. La camilla veloz iba abriendo dobles puertas hasta detenerse en el quirófano. Mi mirada al techo blanco, y mi atención centrada en la respiración, cada vez más pausada, cada vez más pesada. A cada espiración no le seguía su fluida (sin esfuerzo, natural) inspiración. Costaba respirar. En un momento dado, que ahora recuerdo con total nitidez, hubo una pausa. A la leve espiración ya no le acompañó la inspiración. No hubo ese nerviosismo natural, esa respuesta instintiva que tenemos por ejemplo cuando buceamos y "vamos justos" de oxígeno. No, en esa pausa, todo era como tenía que ser. En vez de nervios y angustia había sensación de calma y tranquilidad. Esa calma y esa tranquilidad que nos brindan los cálidos abrazos. El abrazo de lo inefable. Ese abrazo que es la certeza susurrada de que "todo es yo mismo y yo estoy libre de todo". Era ese "ocultarse tranquilamente" de Jose Manuel, para que en esa pausa la VIDA (con mayúsculas) tomara las riendas, dejándose notar en todo su esplendor y grandeza. ¡Cuánta grandeza!. Un íntimo darse cuenta de que siempre había sido así. Completa desnudez que todo empapa y sostiene.
"Todos los caminos son Mi camino".
El rostro con mascarilla del doctor se acercó a mis ojos...
Me despierto muy lentamente. Un despertar amodorrado, sin prisa, un despertar de domingo o día festivo. Y veo una sonrisa en el doctor ya sin mascarilla que me mira atentamente. A su lado una doctora que en ese momento me parece la mujer más bonita del mundo. Acierto a balbucear:
- Bufff...¡menuda siesta!
- Sí, una siesta...de seis días. -Dicen sonriendo.
¡Seis días!.
Así que, desde el punto de vista del personal sanitario y de mis angustiados familiares estuve en "Críticos" seis días entubado y monitorizado. "Más para allá que para acá" me dicen después. Desde mi punto de vista, uno "recuerda" ahora que nada pasó en esos seis días. Ni mundo, ni mente, nada. Pero he sido yo, sin lugar a dudas, el que ha pasado esos "seis días de siesta". Lo mismo que cada noche cuando dormimos profundamente. Sueño sin sueños. Al despertarnos cada mañana sabemos con total certeza que, de una u otra forma, "hemos sido nosotros" los que hemos dormido. Nuestra verdadera identidad. Es inconcebible siquiera pensar en una "ruptura" de este ser y saber que somos. Nada le afecta. Siempre Es. Hasta ahí llega mi humilde comprensión. Hasta aquí llegan mis palabras intentándolo explicar.
Un mes en la cuarta planta del hospital para ayudar al cuerpo en su recuperación; para curar las heridas de la batalla. Me dan el alta, y a pocos metros de la salida veo, entre edificios nuevos, varios árboles en un césped cuidado. Me abrazo a uno y comienzo a llorar. Las emociones de esos días van cayendo como las hojas otoñales que están junto a mis pies. Mientras sigo abrazado al árbol, mi madre me acaricia el pelo como sólo una madre sabe acariciar. Ese abrazo al árbol es el regalo de la VIDA.
Una pausa.
De hecho, ¿hay algo que no sea en sí mismo, regalo?.
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"Me llevo el espejo de mi vida a la cara: 60 años.
Rompo de un golpe el reflejo.
El mundo, como siempre.
Todo está en su lugar."
Sofu.
"Tanto si morimos como si vivimos, estamos eternamente juntos en el universo".
Sodo Yokoyama
"Este mundo fluctuante
y fugaz pasará."
Ikkyu Sojun
"Esta presencia del sueño profundo, como podemos intuir, era también silencio, dicha y paz... ese mismo silencio y esa misma dicha y paz que somos y que es también el trasfondo de todas las apariencias, puede llegar a sentirse, sin mucha dificultad, en la “pausa” entre los pensamientos...
Cuando mires en tu "certeza de ser", en esta pura consciencia, y constates cómo todo surge y desaparece en ella, simplemente no harán falta ya más preguntas ni más explicaciones."
Juan Carlos Savater.
"Me siento en silencio a escuchar las hojas que caen...
Una cabaña solitaria, una Vida de renunciación.
Se esfuma el pasado y olvido las cosas.
La manga de mi túnica, humedecida por las lágrimas." Ryokan.