"La espada no la corta,
el fuego no la quema,
el agua no la ahoga,
el viento no la seca."

Bhagavad Gita

lunes, 22 de diciembre de 2014

Adaptarse, acomodarse.



Dedicado a mi buena amiga Cristina.
De sobra sabes los motivos...

En la noche de diciembre, veo las estrellas y escucho el mar.
No espero que una estrella brille con más o menos intensidad. Nada tienen que hacer para intentar agradarme. Salvo ser lo que son:Estrellas del firmamento. Me agrada su visión. No quiero ni necesito cambiar nada. Ni se me ocurre pensar que una estrella estaría mejor en un lado u otro del cielo. Lo mismo sucede con el rumor de las olas al batir en las rocas. Es el ritmo del mar. Nada hace para intentar agradar a mis oídos. Es tal y como es. Acepto su vaivén, me acomodo sin esfuerzo a cada uno de sus rumores. Es el fluir del mar. Su latir.

En plena naturaleza nos sentimos satisfechos, a gusto. Nuestras, a veces conflictivas, personalidades, se silencian bajo la aceptación de lo que es. No se nos ocurre exigirle al mirlo cantar de otra forma, a la nube tener otro tipo de blancura, a un río modificar ni un ápice su fluir. No nos quejamos de que un pino sea grueso o flaco, o de que tenga muchas o pocas ramas. Nos acomodamos al presente. En plena naturaleza no se disparan las exigencias de querer cambiar las cosas para que sean de nuestro gusto.

La dificultad puede llegar cuando, como se dice en el Zen, "regresamos al mercado". En la soledad de una cabaña en medio de la montaña, o en una cueva, no tendremos que reaccionar ante las vicisitudes que puedan surgir en un atasco de una gran ciudad. Una elección de soledad y soltería,evitará, obviamente, los conflictos que puedan surgir en una pareja.
Es necesario, pues, incorporar en nuestra vida ciertos valores y aptitudes. Adaptarse y acomodarse a los demás es uno de esos valores. La ira, el enfado, son reacciones que brotan por esa falta de aceptación. Desde el momento que esperamos que el mundo se comporte a nuestro gusto, esa misma expectativa trae consigo la rabia, que emergerá casi sin darnos cuenta. Si entendemos que la otra persona actúa de una u otra manera porque no puede librarse de su propia experiencia, estamos aceptando a esa persona y nos estamos acomodando a sus acciones.
No tenemos derecho a exigir algo diferente en el comportamiento de alguien solo para que se adecue a nuestras necesidades. Si creemos que tenemos el derecho a pedir que cambie, también esa persona tiene el derecho de pedirnos que la dejemos vivir como quiera. Pero si aprendemos día a día a dar libertad a los demás para ser lo que son, en esa misma medida, somos libres.
La ira, el enfado son reacciones que suceden ante sucesos sobre los cuales no tenemos control. No son acciones que hacemos conscientemente como levantar un brazo. No decimos "ahora voy a permanecer con ira toda la mañana". Son reacciones que crean un fuerte impacto en nosotros. Con paciencia podemos prestar atención y ver que su única realidad llega prestada por nuestra verdadera esencia que nunca se ve afectada por ella. Aparecen y desaparecen como las demás experiencias. Eso es poner objetividad en nuestra vida, frente a nuestra subjetividad. Y seguro que será una labor de toda una vida...

Aceptemos a los demás tal y como aceptamos a las estrellas, o a una puesta de sol. Todo emerge de la Pura Consciencia que somos. Si vemos que nosotros, o los demás, necesitamos cambiar ciertos aspectos de nuestras vidas, hagamos lo posible por promover esos cambios, pero en primer lugar aceptemos a los demás. Esa será la única forma en que podamos realmente cambiar. La libertad llega cuando aceptamos y nos acomodamos a los demás. Es cuando descubrimos el amor,el amor que ya somos.

“La puesta de sol
 es como es.
 Todos los fenómenos son una puesta de sol”
 Maestro Zen Sodô Yokoyama